domingo, 9 de septiembre de 2012

La era de los vampiros

                      La era sangrienta
                                            Prólogo


Hace mucho tiempo, tanto tiempo que parecía como si no hubiera habido un principio, como si siempre hubiese sido así. Pero lo cierto es que no siempre había sido así, pues antaño, los humanos eran seres de magia y fuerza, al igual que otras razas como elfos, orcos, enanos,… eran descendientes directos de los elementales. Pero por desgracia ese poder se iba diluyendo de generación en generación.


Un buen día, sin desearlo, unas extrañas criaturas, con forma humanoide, encontraba deliciosa esa sangre, esa sangre tan… elemental… o casi. Aparecieron por todas las regiones de la tierra para alimentarse de la sangre humana.



Se decía que cuando un vampiro se alimentaba, convertía a su víctima en un igual, aunque no era del todo cierto, pues para ello había que llevar a cabo un ritual. Un ritual que tan solo funcionaba con humanos, pues las demás razas eran inmunes.


Con el paso del tiempo, los neonatos no controlaban sus nuevos poderes, y sobre todo su sed de sangre, algo que hasta los vampiros más antiguos les constaba controlar. Todo ello condujo a un gran cambio, pues esa sed de sangre, elevó el vampirismo en la sociedad, rompió los vínculos de sangre de los vampiros, y se crearon los clanes sangrientos.


Encontrar alimentos cada vez era más difícil, las guerras entre clanes eran más frecuentes. Hasta el punto de infringir una de las leyes vampíricas, “canibalismo vampírico”.


Hubo una rebelión, humanos, elfos, enanos, hombres lobo y algunas razas más, se unieron para luchar contra los vampiros. Pero fue en vano. Los humanos fueron condenados y tratados como alimentos y las demás razas expulsadas. Excepto los hombres lobo, pues eran humanos en realidad con el don o la maldición de transformase en lobo en noches de luna llena. Y como eran un gran obstáculo para los vampiros, aprovechando su superioridad numérica, los exterminaron, o al menos eso creían.


La realidad había cambiado y la vida ahora era diferente. Los humanos eran granjas, y vivían en los castillos sangrientos de la tierra, hasta que eran marcados. Así era la vida, y así la tenían asumida los humanos. Mientras que las demás razas habían sido desterradas a los confines de la tierra, allí donde el mar era la tierra que pisaban.



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